miércoles, 26 de diciembre de 2012

Los Indestructibles (The Expendables)


Con un elenco así, "nada puede malir sal"

Causa: Autobús
Empresa: Copetrán

Hacía un buen tiempo que no veía a Stallone en una película, en parte porque me decepcionó teniendo sexo virtual con Sandra Bullock en El Demoledor, en parte porque aparecieron otros actores los suficientemente expresivos como para derrocarlo de las pelis de acción. Pero ‘Sly’ volvió a mi corazón y esta vez no sólo actuaría sino que dirigiría el largometraje.

Mi primera impresión fue como de “Qué mierda se hizo este tipo en la cara, está peor que después de pelear con Apollo en Rocky I y II”, pero luego me dejé llevar por la trama. Una misión de rescate que reúne a viejos y nuevos mercenarios: Dolph Lundgren, eterno soldado universal y antagonista ruso en Rocky IV; Jason Statham, un actor que me presentaron en Lock & Stock y Snatch, pero que desgraciadamente conocí en El Transportador; una aparición de el ex-exterminador y exgobernador de California, Arnold Schwarzenegger; y Jet Li, un chino que jamás llegará a ser tan bueno o reconocido como Jackie Chan, pero que es buen actor cuando quiere (por supuesto no es el caso de su rol en Los Indestructibles).

El antagonista es Eric Roberts, un actor conocido siempre por ser jefe mafioso o algún tipo de malo de saco y corbata que en esta peli debe quitarse la corbata debido al calor tropical de la isla donde sucede la mayor parte del film. Eric Roberts es el ex-agente de la CIA que le mueve los hilos a un pobre dictador latinoamericano (la interpretación tiene la fuerza del dictador de Woody Allen en Bananas pero lastima que no tenga la misma gracia).

¿A quién tienen que rescatar? A la hija de piernas perfectas y bronceadas del dictador latinoamericano manipulado por la CIA (bueno, ex-CIA). De modo que después de un intento de reconocimiento en el que Stallone y Statham van a la isla en una hidroavión militar gigante con la coartada de ser “turistas ecológicos” y toman fotos de las fortalezas del sitio que deben atacar. Su coartada es descubierta (todavía me pregunto cómo pudo fallar)

Mucha atención a esto: la coartada falla porque los dos mercenarios, que tienen camisas hawaianas para convencer en el rol de “turistas ecológicos"/ fotógrafos de aves, se interponen en la persecución de los soldados que van tras la hija rebelde y pro-cambios sociales del dictador y que se quería interponer en los planes malévolos del ex-agente de la CIA… suspiro… Ahí es donde el asunto se vuelve personal porque Stallone siente fascinación por la chica y Statham también pero él tiene una novia que lo espera aunque en la misión anterior lo engañó con un bueno para nada que juega al baloncesto y la golpeó en la cara, razón por la que Statham le devolvió el golpe y apuñaló a un balón inocente que apoyó en el pecho del holgazán. “La próxima vez no habrá balón”, dijo.

Muchas balas disparadas, explosiones, traición y engaño y momentos de tensión en donde nos quieren hacer creer que todo está perdido y sin embargo no lo está. Al final los matan a todos y vuelan en el hidroavión. Sandra (así se llamaba el personaje bronceado y sexy hija del dictador) ahora es la nueva presidenta vitalicia de la isla que vivirá en paz hasta que llegue el recibo de pago de la deuda con el Fondo Monetario Internacional y seguramente tengan que volver a sembrar drogas (porque no se siembra ni coca ni amapola ni marihuana, se “siembran drogas”. FMI, digo, FIN.

PD. La peli es famosa porque reúne en una misma secuencia a Stallone, Schwarzenegger y Bruce Willis. Sí, Willis estaba y no lo mencioné porque si no es John McClane (que siempre pensé se escribia McKlein) no me interesa lo que haga.

Sin escape


Hay dos formas de ver una película mala: la primera, porque le estás echando los perros a una jovencita de vientre plano y pechos protuberantes (en ese caso terminamos viendo la saga de Crepúsculo o cualquier peli donde aparezca un tipo sin camisa y de abdominales perfectas); la segunda, que te obliguen a verla.


                                         A Clockwork Orange (Warner Bros)


¿Pero cómo un tipo grande o una mujer llena de carácter terminan siendo obligados a ver una película? No me refiero a un experimento del gobierno como si se tratara de Alex en la Naranja Mecánica, pero sí a la imposibilidad de salir del recinto en el que se proyecta el film y correr, huir hasta que las piernas se queden sin fuerza. En mi caso ha pasado en dos ocasiones particulares: una clase en la que ver la película signifique una futura evaluación o un viaje de una ciudad a otra en autobús.

Para un tipo como yo, pequeño burgués, los ingresos me permiten viajar en autobús pero no soy lo suficientemente acaudalado para hacerlo en primera clase, donde los asientos tienen pantallas individuales y el pasajero decide qué peli quiere verse o mejor, dormir y ya sin ser molestado por el ruido de altavoces comunitarios.

¿Por qué no hacer otra cosa y no prestar atención a los 90 o más minutos de película mediocre? ¡Por morbo! Porque una película mala (en especial las de Hollywood) te llama con un encanto particular, quizás el de la nostalgia de la niñez, cuando el 97,3% de las películas que veías eran bodrios o las más taquilleras del cine, valga la redundancia, y las disfrutabas una y otra vez.

Así que dejamos a un lado los audífonos del reproductor de mp3 que nos hubiera podido salvar con las discografías completas de Los Beatles y los  Rolling Stones (sí, soy orgullosamente ‘bisexual’ en ese dilema musical) y hacemos un esfuerzo sobrehumano por deleitarnos con la magia del cine hecha video e intentamos escuchar los diálogos casi siempre doblados al español e inaudibles por el ruido del motor del bus y la carretera.

No hay vuelta atrás porque en ese momento sabemos que sólo el final y la rodada de créditos con música de fondo nos permitirá dormir en paz.